
Después de la Segunda Guerra Mundial el gobierno australiano inició una campaña para atraer inmigrantes desde distintos países con objeto de fortalecer la economía y aumentar la población del país. La familia Schmidt fue una de tantas que emigraron a Australia desde Alemania Occidental buscando un destino más próspero. Arribaron a Melbourne en 1958 y durante un tiempo vivieron en un hogar para migrantes en Nueva Gales del Sur. En 1963 se mudaron a Sidney para que el cabeza de familia pudiera tratarse adecuadamente de un linfoma, estableciéndose en la localidad de West Ryde. Un año más tarde, Helmut Schmidt fallecería, quedando siete hijos a cargo de su esposa Elisabeth.
Marianne Schmidt, hija mayor del matrimonio tenía por entonces 15 años, los mismos que Christine Sharrock, que vivía con sus abuelos junto al hogar de la familia Schmidt. Marianne y Christine desarrollaron una fuerte amistad. Era frecuente que ambas pasaran el día en las idílicas playas de la costa australiana.
El 1 de Enero de 1965, las dos amigas decidieron visitar la playa de Cronulla, donde era habitual que la familia Schmidt pasara el día de picnic. Días más tarde, la madre de Marianne tuvo que ser ingresada para una operación importante quedando los hijos a cargo de Marianne y de su hermano Hans, dos años más joven que ella. El 9 de Enero, Marianne y Christine pidieron permiso a Elisabeth para pasar el día siguiente junto a los pequeños Schmidt en Cronulla, mientras la madre de Marianne permanecía hospitalizada. Sin embargo el día previsto la lluvia frustraría sus planes y finalmente tuvieron que aplazar el viaje.
El Lunes 11 de Enero retomaron la intención de desplazarse hasta la playa junto con cuatro de sus hermanos. Tras un viaje de dos horas arribaron a la estación de trenes de Cronulla y se dirigieron hasta la playa cercana. Allí comprobarían que debido al desapacible viento y el intenso oleaje la playa había sido cerrada al público; aún así decidieron quedarse y no desaprovechar el viaje. Caminaron hasta unas rocas cercanas buscando un lugar donde los pequeños pudieran al menos bañarse en las aguas poco profundas. Christine los dejaría solos unos minutos para dar un corto paseo por los alrededores. A su regreso el grupo dejó las mochilas en las rocas y decidieron caminar por las dunas de arena situadas detrás de la cercana playa de Wanda.
Sobre la 1:00 pm el viento se hizo más intenso y era difícil avanzar por las dunas con los pequeños. Marianne y Christine los convencieron para que permanecieran a resguardo tras una duna cercana; ellas regresarían a buscar las mochilas y volverían a recogerlos para retornar a casa. Sin embargo las dos chicas tomaron la dirección contraria y se internaron de nuevo en las dunas de Wanda Beach. De nada sirvieron los gritos de los hermanos de Marianne avisando que se dirigían en la dirección contraria. Marianne y Christine volvieron la mirada fugazmente hacia ellos con una sonrisa y continuaron caminando hasta perderse tras las dunas.
Eran ya las 5:00 pm cuando los pequeños decidieron regresar solos a casa; si esperaban por más tiempo se arriesgaban a perder el tren de vuelta. Se encaminaron solos a la estación de Cronulla. De camino pasaron por la zona de las rocas para recoger las mochilas, incluidas las de Marianne y Christine. Pensaron que sus hermanas regresarían por sus medios más tarde.
Nunca más volverían verlas con vida. Sobre las 8:30pm la abuela de Christine informaría a la policía de la desaparición de las niñas. Hans, el hermano de Marianne, había permanecido en casa ese día. En cuanto supo que su hermana no había regresado informó a Elisabeth -aún convaleciente en el hospital- de lo sucedido: «en el fondo de su corazón ella sabía que estaban muertas» – contaría Hans años más tarde.
Al día siguiente sus cuerpos serían encontrados semienterrados en las dunas por un hombre y su hijo que paseaban casualmente por la playa; tomaron uno de los cuerpos que asomaba entre la arena por un maniquí abandonado. Habían sido salvajemente acuchilladas y tenían signos de haber sido agredidas sexualmente. Marianne tenía 30 puñaladas y un profundo tajo en el cuello que prácticamente la había decapitado. Christine tenía el cráneo fracturado en su parte posterior y había recibido 14 puñaladas. Sus ropas tenían rastros de semen aunque el forense confirmaría más tarde que no se había consumado consumado la violación. Un surco en la arena delataba que Christine trató de escapar pero fue alcanzada y arrastrada de nuevo al lugar donde habían asesinado a su amiga Marianne.
¿Fueron a encontrarse con alguien tras dejar a sus hermanos refugiados tras las dunas? ¿Quizá Christine conoció a alguien cuando fue a pasear sola? La investigación se centraría en algunos individuos que según testigos fueron vistos merodeando ese día por Wanda Beach; miles de personas fueron interrogadas los meses posteriores, sin éxito. Nadie fue arrestado por el crimen ni se consiguió encontrar al culpable, hasta que el caso definitivamente se enfriaría cesando las investigaciones.
En 2017 se reabriría el caso de nuevo para tratar de encontrar al culpable. En 2012 se halló una muestra de sangre del posible asesino en el pantalón vaquero que vestía Christine. El rastro de ADN estaba demasiado deteriorado y habría que esperar nuevos avances técnicos para poder establecer un perfil genético más completo. En 2014 se produciría un evento fatal para la investigación al descubrirse que la muestra de semen obtenida de las ropas de Marianne se había perdido definitivamente.
El caso permanece a día de hoy sin resolución. Se ha especulado mucho sobre los posibles autores pero tras años de investigación no ha sido posible encontrar al asesino. Éste y otros casos sucedidos en la década de 1960 -como la desaparición de los niños Beaumont- acabaron por destruir el concepto idílico que se tenía por entonces de Australia como un país de oportunidades donde establecerse y prosperar de manera despreocupada.
Información ampliada:
[Libro] The Untold Story of the Wanda Beah Murders
[Podcast] Casefile: The Wanda Beach Murders